Curioso matrimonio del Sabio Caldas


Francisco José de Caldas y Tenorio, el sabio Caldas, protagonizó una historia quizás muy poco conocida y que tuvo que ver con su matrimonio. Un matrimonio por poder y sin conocer a la novia. Sin lugar a dudas, una cosa de locos, que bien podría formar parte de un guion para una exitosa miniserie. Todo comenzó el 6 de febrero de 1810, cuando le envió una carta a María Manuela Barahona, su futura esposa, en donde le explica que ya están hechos todos los arreglos para que la realización de la boda. Junto al mensaje, iban algunos regalos, y un poder para que Antonio Arboleda lo representara en la celebración. Algunos meses antes, se había comunicado con Agustín Barahona, tío de la novia, quien tuvo la iniciativa de casar a su sobrina con el ilustre payanés; de quien curiosamente Agustín, era pariente lejano. Él, muy seguramente, le planteó poderosos argumentos, en los que exaltaba las condiciones de la dama, con lo cual lo convenció para que la aceptara como su esposa. Entre otras cosas, Caldas le doblaba la edad a María Manuela;  él tenía 41 años y ella 20 años.

Caldas fue un niño muy estudioso, aplicado, lo que hoy llamaríamos coloquialmente, "un repilo". Al crecer y convertirse en adulto optó por la ciencia, por los libros, por la investigación; dejando de lado al mundo con sus pasiones y desengaños. Era un hombre taciturno, austero en sus costumbres, quien quizás poco se reía; algo así como un joven con alma de viejo; indiferente a las mujeres y al licor; que se conservó virgen durante cuarenta años. ¿Cómo es que de pronto decide casarse con alguien que ni siquiera conoce? Al analizar un poco esta situación, se puede especular, que "a esta historia le falta un pedazo", como dirían los chismosos de las noticias de farándula en pleno siglo XXI. ¿Se dejó convencer así no más por el tío de la novia? ¿Su gran y fiel amigo Santiago Arroyo le dijo algo que lo inspiró a tomar esta decisión? Aquí hubo gato encerrado.

De acuerdo con la información, que, de manera muy generosa, me fue suministrada por Manuel Ignacio Cárdenas Valdenebro; María Manuela nació en una hacienda en Caloto. Sus padres fueron Félix Barahona y María Josefa Hurtado. Félix se la dio en adopción a su hermano, debido a que no contaba con los suficientes recursos para su crianza. Su apellido, Barahona, muchos años después se transformaría en Barona o Varona.

Tres meses después de la primera carta, recibió el retrato de la novia. Quedó encantado. Se enamoró aún más de ella, tal y como se lo expresó en una comunicación posterior. En esta oportunidad, le envió entre otras cosas, un sombrero de paja para que se protegiera del sol, algunos guantes de seda y varios anillos adornados con valiosas piedras preciosas. También le pidió las plantillas de sus pies, para mandarle a fabricar unos zapatos muy elegantes, con el propósito de presentarla al virrey y a la virreina. La fecha de la boda fue establecida para el 13 de mayo de 1810.

El 6 de junio le envió otra carta. En esta le dice que tiene muchos deseos de conocerla y empezar su vida conyugal. Unos días después, le escribió manifestándole su decisión de ir a recibirla a La Plata. Pero con los sucesos del 20 de julio todo cambió. Sus intereses políticos estuvieron por encima de su vida personal, de tal forma, que ya no fue a recibirla según lo prometido. Su encuentro se daría en La Mesa, durante la segunda quincena de septiembre; cuando ya habrían pasado cuatro meses después de la boda y algo más de diez meses desde la primera carta.

Manuela finalmente se estableció en Santafé y Caldas comenzó a vivir su vida de casado. En 1811 nació su primer hijo, Liborio María. Todo marchaba más o menos bien, hasta cuando durante los primeros meses de 1812, viajó a Tunja formando parte de un grupo liderado por Antonio Baraya. Aquí comenzó a ausentarse de su hogar. Durante la contienda, Caldas se pasó al bando federalista, y por este motivo, surgieron sus angustias sobre su seguridad y la de su familia. En una carta posterior, le dice que se esconda, que guarde sus papeles y sus libros, y que no le entregue a nadie la llave su estudio. Algún tiempo después, sus temores aumentaron, dado que el nacimiento de su segundo hijo coincidió con la orden del embargo de sus bienes. En esta ocasión, le escribió diciéndole que vendiera todo lo que fuera posible y que le rescatara los documentos e instrumentos que tenía guardados en el observatorio.

Por pasársela casi todo el tiempo fuera de su hogar, Caldas se ganó el desamor de su esposa. Por supuesto, no bastaba con enviarle dinero de vez en cuando; escribirle pidiéndole paciencia y resignación. Luego de su ejecución, y al serle expropiados sus bienes, a ella y a sus hijos no les dejó nada. Varios años después, ya consolidada la independencia, el Congreso le concedió a la viuda, a los hijos y a otro concebido después de la muerte de su esposo, una pensión vitalicia.

FUENTES Y REFERENCIAS

  • La segunda imagen se llama El sabio Caldas. Obra de María Paz Jaramillo. En Pedro Gómez Valderrama et al. De amores y amantes. Bogotá, cama/león. Tercer Mundo Editores. 1990. Fuente: banrepcultural.org


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