Aladino y su lámpara maravillosa
Fuente: Opera Mundi-magazine.com |
La historia se desarrolla en una ciudad desconocida de China, donde vivía un sastre llamado Mustafá con su esposa y su hijo Aladino, cuyo nombre significa "gloria de Alá". El trabajo de Mustafá a duras penas le alcanzaba para sostener a su familia, por lo cual vivían en unas condiciones muy precarias. En cuanto al muchacho, como dirían las abuelas de antaño, "era un bueno para nada"; no estudiaba y se la pasaba en la calle todo el día jugando con amigos de su cuadra. Por más que su padre intentó enseñarle su oficio a punta de regaños y castigos, no pudo lograrlo. A los pocos meses murió de una enfermedad que le dio, a causa de los disgustos generados por esta situación. Su madre vendió todos los utensilios del taller y comenzó a hilar algodón como medio de sustento para ella y su hijo.
Luego de que cumplió los quince años, un día apareció en el sitio donde frecuentaba, un hechicero, un siniestro personaje llamado el Mago Africano, quien empezó a indagar por él. Algunos días después, se le presentó preguntándole por su padre; Aladino le contestó que había muerto. Fue entonces, cuando comenzó su gran actuación. Se mostró muy acongojado por la muerte de su hermano, casi llorando le contó que había venido de muy lejanas tierras y que se arrepentía por haber demorado tanto tiempo. Como el muchacho era tan ingenuo, de inmediato quedó convencido de que tenía un tío. El supuesto tío, le entregó unas monedas de oro, y le dijo que más tarde pasaría a saludar a su madre, para comer con ellos en familia. Una vez Aladino le entregó las monedas, ella muy extrañada le explicó que su padre no tenía ningún hermano y que el no podía ser su tío. Sin embargo fue hasta el mercado, compró una vajilla y diversos ingredientes con los cuales preparó una cena muy especial.
Varias horas después, el Mago Africano se apareció en la casa, y luego de saludar con gran afecto a la madre de Aladino, continuó con su papel de profunda tristeza por la pérdida de su hermano. En el transcurso de la cena, al preguntarle a Aladino a qué se dedicaba, su madre le respondió que era un holgazán, que no hacía nada, que se la pasaba jugando en la calle. Entonces le ofreció ayudarlo para poner su propio negocio de telas, y fue ahí cuando la señora se convenció de que realmente era un hermano de su fallecido marido. Y es que no era para menos, ¿cómo podría explicarse que un desconocido un día cualquiera llegara y le ofreciera trabajo a su hijo? Al día siguiente, falso tío y falso sobrino, se fueron para los almacenes de telas más lujosos de la ciudad, y ahí le compró un vestido muy elegante. Durante varios días lo estuvo engatusando con el tema del negocio de las telas, de manera que lo presentó a algunos comerciantes de la zona "para que fuera aprendiendo el negocio".
Algún tiempo después, hicieron un recorrido por los rincones más exclusivos de la ciudad, pero poco a poco, lo fue llevando hacia las afueras en un lugar desolado, en donde luego de un ritual mágico hizo aparecer de la nada la entrada a una gruta. Allí le entregó un anillo, y le dijo que cuando tuviera miedo, ese anillo le ayudaría a calmarse. Luego le explicó que debía entrar a la gruta bajando por una escalera al final de la cual, se sorprendería con los tesoros que iba a observar en tres salones inmensos, pero que por ningún motivo podría ni siquiera tocarlos. Pasando los salones encontraría un jardín con árboles cargados de muchos frutos de colores, y más adelante, debería ubicar una lámpara encendida que estaba en un nicho. Tenía que apagarla, regar el aceite y tomarla. Al regreso, si quería, podía coger algunos de los frutos de los árboles.
Aladino siguió al pie de la letra las indicaciones recibidas y guardó la lámpara dentro de su chaleco. Al pasar de nuevo por los árboles, decidió tomar varios de sus frutos y guardarlos en sus bolsillos. Como era tan ignorante, creía que se trataba tan solo de vidrios de colores sin ninguna importancia, pero en realidad eran perlas, diamantes, esmeraldas, rubíes, entre otras joyas de inmenso valor. Cuando ya estaba muy cerca de la entrada, le pidió a su "tío" que le diera una mano para salir, pero el Mago Africano le gritaba que primero le entregara la lámpara porque se le podía caer. Él le respondía que no, que la tenía bien asegurada. Y así se la pasaron un buen rato, hasta que el hombre se llenó de rabia y realizó otro acto de magia con el que cerró definitivamente la entrada a la gruta. Aladino rodó por las escaleras en completa oscuridad y luego desesperado le empezó a gritar que le abriera que ya se la iba a entregar, pero el hechicero desapareció convencido de que el muchacho moriría irremediablemente.
Aladino se incorporó y a tientas buscó un lugar donde sentarse. Con el transcurrir del tiempo, empezó a angustiarse con la idea de morir en aquel extraño y solitario lugar. Después de pasar dos días encerrado, sin esperanza ninguna, empezó a pedirle ayuda a Dios y gracias a un movimiento que hizo con sus manos, rozó el anillo que el Mago Africano le había puesto en uno de sus dedos. De inmediato un genio gigantesco y de mirada aterradora se levantó ante él, diciéndole estas palabras: ¿Qué deseas? Estoy listo a obedecer como tu esclavo y el de todos aquellos que tienen el anillo en el dedo. Entonces le pidió que lo sacara de ahí. Al instante quedó por fuera de la gruta. Muy asustado todavía comenzó a caminar hasta llegar a su casa. Le contó toda su aventura a su madre y ambos cayeron en cuenta del gran engaño del que fueron víctimas.
Fuente: infobae.com - Will Smith genio de Aladdín |
Cuando su madre se recuperó, le explicó lo que había sucedido con el genio de la lámpara, y luego comenzaron a comer y disfrutar de esos manjares propios del almuerzo en un palacio.
Durante la semana siguiente, Aladino empezó a vender en el mercado los platos y utensilios de la vajilla. Uno cada día. Con el dinero que iba obteniendo, su madre compraba más comida. Al final el dinero recaudado les alcanzaba para alimentarse unos tres meses. Cuando se agotaba todo lo que podían vender, nuevamente acudía a la lámpara para pedirle más comida. Solicitud que hacía sin la presencia de su madre, quien al recordar el susto de la primera vez, prefirió ausentarse de la casa cada vez que su hijo utilizara la lámpara. Por aquella época, Aladino empezó a frecuentar a los mejores joyeros de la ciudad, y fue entonces, cuando se enteró del inmenso valor que tenían las joyas que había recolectado en la gruta mágica. Al tiempo también visitaba las tiendas de los mercaderes más influyentes, por lo cual, terminó aprendiendo de ellos, modales elegantes y refinados.
Una mañana cualquiera, en la que se encontraba paseando por el mercado de la ciudad, todo mundo empezó a correr y los negocios a cerrarse. Al indagar sobre lo que sucedía, se enteró que se trataba de una comitiva del palacio real, en medio de la cual iba la princesa con deseos de entrar a los baños de la ciudad. La orden suprema, era de que nadie por ningún motivo podía ver a la hija del Sultán, quien no tenía un nombre tan comercial como el de Jasmín en la película de Disney, sino que se llamaba Badrulbudur. A este muchachón le entró una curiosidad muy grande, y fue a esconderse tras una puerta, donde podría observarla sin que nadie se diera cuenta. Dicho y hecho. Justo al pasar por ahí, pudo verla sin problemas y quedó encantado por su belleza. Se enamoró perdidamente de la princesa.
Durante unos tres días no volvió a dirigirle la palabra a su madre. Pero luego le contó el motivo de su silencio; le dijo que tenía planeado casarse con la princesa. Ella por supuesto creyó que se había vuelto loco, y lo interrumpió en medio de una estruendosa carcajada. A pesar de todos los argumentos que le dio para que se olvidara de esa idea, él estaba firme en su propósito, y ya tenía un plan finamente elaborado. En una porcelana colocó todas las joyas que trajo de la gruta, y la envolvió en un lienzo muy fino; luego le dijo a su madre que ella debía ir al palacio del Sultán y entregarle ese tesoro como prenda de su matrimonio con la princesa. A partir del día siguiente, la mujer comenzó a asistir al palacio para cumplir con las indicaciones de su hijo, pero la entrevista con el monarca, solo se logró un par de semanas después.
Cuando el Sultán atendía al pueblo siempre se encontraba en compañía del Visir. Al momento de observar las joyas, quedaron deslumbrados por la hermosura y el tamaño de estas. Nunca antes habían visto algo similar. Luego de explicarle que las intenciones de su hijo Aladino eran las de casarse con la princesa, inmediatamente el Visir llamó a parte al monarca y le dijo que recordara que su hijo, el Visir Jr., quería casarse con ella también; que era un buen tipo, que cómo le iba a dar la mano a un perfecto desconocido. Claro se le estaba yendo de las manos la gallinita de los huevos de oro al Visir. Entonces el Sultán le mencionó a la mujer que volviera en tres meses, y que para entonces, le tendría una respuesta. Más tarde, madre e hijo terminaron celebrando esa gran noticia, con uno de esos almuerzos de los que ya los había acostumbrado el genio.
Dos meses después, cuando la madre se encontraba realizando algunas compras, empezó a escuchar trompetas, tambores y clarines, música de fiesta. Al preguntar en alguna tienda sobre lo que estaba pasando, se enteró que la princesa Badrulbudur se iba a casar ese día con el hijo del Visir. Se fue corriendo para la casa y le contó a Aladino lo que iba a suceder. Él, que ya tenía todo fríamente calculado, llamó al genio y le dijo que esa noche cuando los recién casados estuvieran solos, los trajera a ambos en su cama a la habitación de Aladino. Esa tarde la fiesta en el palacio se desarrolló normalmente. En la noche cuando la princesa y su esposo se encontraban en su cama y antes de que él le hiciera alguna caricia, el genio los llevó a la habitación de Aladino. Al preguntarle si se le ofrecía algo más, le dijo que encerrara al esposo en el armario y al cumplir la orden el genio desapareció; luego Aladino se acostó en la cama con la princesa. Ahí no pasó nada más.
Al amanecer, el genio apareció, y recibió la orden de colocar al esposo en la cama y luego llevarlos de nuevo a su habitación en el palacio. Unas horas después, el Sultán fue a la habitación de la princesa para preguntarle cómo había pasado su noche de bodas. Pero ella estaba aterrada y no hizo ningún comentario; luego le preguntó a su yerno, pero él tampoco le respondió nada. Esa tarde, Aladino le ordenó al genio repetir al pie de la letra todo lo realizado la noche anterior. A la mañana siguiente, cuando el monarca fue de nuevo a la habitación de Badrulbudur, ella le contó todo lo sucedido. Unas horas después, el Sultán declaró nulo el matrimonio de su hija y todos los festejos en el palacio y en sus alrededores fueron suspendidos.
Una mañana cualquiera, en la que se encontraba paseando por el mercado de la ciudad, todo mundo empezó a correr y los negocios a cerrarse. Al indagar sobre lo que sucedía, se enteró que se trataba de una comitiva del palacio real, en medio de la cual iba la princesa con deseos de entrar a los baños de la ciudad. La orden suprema, era de que nadie por ningún motivo podía ver a la hija del Sultán, quien no tenía un nombre tan comercial como el de Jasmín en la película de Disney, sino que se llamaba Badrulbudur. A este muchachón le entró una curiosidad muy grande, y fue a esconderse tras una puerta, donde podría observarla sin que nadie se diera cuenta. Dicho y hecho. Justo al pasar por ahí, pudo verla sin problemas y quedó encantado por su belleza. Se enamoró perdidamente de la princesa.
Durante unos tres días no volvió a dirigirle la palabra a su madre. Pero luego le contó el motivo de su silencio; le dijo que tenía planeado casarse con la princesa. Ella por supuesto creyó que se había vuelto loco, y lo interrumpió en medio de una estruendosa carcajada. A pesar de todos los argumentos que le dio para que se olvidara de esa idea, él estaba firme en su propósito, y ya tenía un plan finamente elaborado. En una porcelana colocó todas las joyas que trajo de la gruta, y la envolvió en un lienzo muy fino; luego le dijo a su madre que ella debía ir al palacio del Sultán y entregarle ese tesoro como prenda de su matrimonio con la princesa. A partir del día siguiente, la mujer comenzó a asistir al palacio para cumplir con las indicaciones de su hijo, pero la entrevista con el monarca, solo se logró un par de semanas después.
Cuando el Sultán atendía al pueblo siempre se encontraba en compañía del Visir. Al momento de observar las joyas, quedaron deslumbrados por la hermosura y el tamaño de estas. Nunca antes habían visto algo similar. Luego de explicarle que las intenciones de su hijo Aladino eran las de casarse con la princesa, inmediatamente el Visir llamó a parte al monarca y le dijo que recordara que su hijo, el Visir Jr., quería casarse con ella también; que era un buen tipo, que cómo le iba a dar la mano a un perfecto desconocido. Claro se le estaba yendo de las manos la gallinita de los huevos de oro al Visir. Entonces el Sultán le mencionó a la mujer que volviera en tres meses, y que para entonces, le tendría una respuesta. Más tarde, madre e hijo terminaron celebrando esa gran noticia, con uno de esos almuerzos de los que ya los había acostumbrado el genio.
Dos meses después, cuando la madre se encontraba realizando algunas compras, empezó a escuchar trompetas, tambores y clarines, música de fiesta. Al preguntar en alguna tienda sobre lo que estaba pasando, se enteró que la princesa Badrulbudur se iba a casar ese día con el hijo del Visir. Se fue corriendo para la casa y le contó a Aladino lo que iba a suceder. Él, que ya tenía todo fríamente calculado, llamó al genio y le dijo que esa noche cuando los recién casados estuvieran solos, los trajera a ambos en su cama a la habitación de Aladino. Esa tarde la fiesta en el palacio se desarrolló normalmente. En la noche cuando la princesa y su esposo se encontraban en su cama y antes de que él le hiciera alguna caricia, el genio los llevó a la habitación de Aladino. Al preguntarle si se le ofrecía algo más, le dijo que encerrara al esposo en el armario y al cumplir la orden el genio desapareció; luego Aladino se acostó en la cama con la princesa. Ahí no pasó nada más.
Al amanecer, el genio apareció, y recibió la orden de colocar al esposo en la cama y luego llevarlos de nuevo a su habitación en el palacio. Unas horas después, el Sultán fue a la habitación de la princesa para preguntarle cómo había pasado su noche de bodas. Pero ella estaba aterrada y no hizo ningún comentario; luego le preguntó a su yerno, pero él tampoco le respondió nada. Esa tarde, Aladino le ordenó al genio repetir al pie de la letra todo lo realizado la noche anterior. A la mañana siguiente, cuando el monarca fue de nuevo a la habitación de Badrulbudur, ella le contó todo lo sucedido. Unas horas después, el Sultán declaró nulo el matrimonio de su hija y todos los festejos en el palacio y en sus alrededores fueron suspendidos.
Fuente: Pinterest.com |
Antes de salir de su casa hacia el palacio, le dejó una cantidad suficiente de oro a su madre, lo mismo que varias esclavas que se encargarían de ella por el resto de su vida. Luego inició toda una procesión encabezada por varios esclavos, quienes cargaban unas bolsas llenas de monedas de oro que a puñados iban tirando a diestra y siniestra, para regalárselas al pueblo que se había agolpado a ambos lados de la calle para verlo pasar. Aladino iba vestido muy elegante y cabalgado un hermoso corcel. Luego vino la boda y una gran fiesta. A los pocos días y con el permiso de su suegro, Aladino le construyó a la princesa un palacio mucho más majestuoso que el del Sultán y ubicado al frente del mismo.
Muy lejos de ahí en algún lugar de África, el Mago Africano utilizando sus artes adivinatorias se enteró que Aladino estaba vivo, que era muy rico y que además se había casado con la hija del Sultán. Entonces en un dos por tres apareció de nuevo en la ciudad. Al llegar, se enteró también que el nuevo príncipe había salido de viaje, lo cual aprovechó para ir hasta el mercado y comprar varias lámparas. Luego se disfrazó de vendedor ambulante, y dando vueltas alrededor del palacio de la princesa gritaba "¡cambio lámparas viejas por lámparas nuevas!" Una doncella que acompañaba a Badulbrudur, le dijo que aprovecharan para cambiar esa lámpara vieja que tenía su amo por ahí encima de un baúl y así lo hicieron. Una vez con la lámpara en su mano, el mago hizo desaparecer el palacio de la princesa llevándoselo hasta el pueblo de África donde él vivía.
Aladino regresó y se encontró al Sultán enfurecido. Había dado la orden que lo decapitaran; pero el pueblo al enterarse de esto, comenzó a protestar fuera del palacio, amenazando incluso con prenderle fuego si era ejecutado. Entonces ordenó de que no lo mataran. Aladino muy confundido y aterrado, le pidió al Sultán cuarenta días para recuperar a la princesa, y este se los concedió. Empezó a buscarla desesperado, y al no poder hallarla en ninguna parte de la ciudad, se fue hacia la rivera de un río con intenciones de lanzarse al agua para quitarse la vida. Estaba lavándose la cara y las manos, cuando por casualidad rozó con una roca el anillo que tenía en la mano, y de nuevo, se le presentó el mismo genio que lo salvó de morir dentro de la gruta; le pidió que lo llevara a donde estaba la princesa y su palacio. Una vez llegó entró allí y habló con la princesa, quien le contó, que el Mago Africano tenía intenciones de casarse con ella, pero que por supuesto lo había rechazado todo el tiempo. Entonces él explicó el plan que tenía para eliminar al mago. En la siguiente cita, le diría que había aceptado casarse con él y para celebrar tomarían vino. En su copa, debería echarle un veneno que Aladino le entregó. Esa noche el mago terminó muerto en el palacio. De inmediato, Aladino recuperó su lámpara y regresaron a la China con el palacio y sus sirvientes.
Cuando todo parecía ir en calma, llegó al pueblo el hermano del Mago Africano, quien también era hechicero y quería matar a Aladino para vengar la muerte de su hermano. Para cumplir su propósito, mató a una señora llamada Fátima, quien era muy bondadosa y que era reconocida por todos los habitantes por sus oraciones y por el poder sanador de sus manos. Asumió completamente su fisonomía y su voz, de tal manera, que se dio sus mañas y entró al palacio de la princesa. Ella la hospedó en una de las habitaciones. Aladino regresó al palacio, y el genio le avisó quien era en realidad la falsa Fátima que la princesa había acogido en el palacio y las intenciones que tenía de matarlo. Entonces fue hasta la habitación del hechicero, y lo mató clavándole un puñal en el corazón. Algunos años después, el Sultán murió cuando ya era un anciano. La princesa asumió el trono compartiendo su poder con Aladino. Fueron muy felices y tuvieron muchos hijos.
FUENTES Y REFERENCIAS
- GALLAND, A.(2002). La historia de Aladino o la lámpara maravillosa. Dirección general de publicaciones. México D.F.
- NATIONAL GEOGRAFIC. Mas allá del relato de Disney. 6 datos reales de Aladino que tal vez no conozcas (o si). 2 de junio de 2019. Actualizado el 10 de enero de 2020. [En línea]. Última consulta 2/01/2023. Disponible en: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/6-datos-reales-aladino-que-tal-vez-no-conozcas-o-si_14297/5
- Javier Ruescas. Aladdin de Disney. Cuento real y origen. 19 de abril de 2017. [En línea]. Última consulta 2/01/2023. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=EX1JOvm5sQE&t=5s
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