Cuando Google no existía

Fotografía de Ylanite Koppens. Fuente: pexels. com

Cuando estudiaba en el colegio el internet ni siquiera formaba parte de las películas de ciencia ficción. No existía Google ni Wikipedia. Las tareas las debía hacer en su biblioteca, en la biblioteca de la universidad u otra biblioteca importante de la ciudad. Existía un libro que se llamaba El almanaque mundial, no sé si todavía lo publican. Cada año lo actualizaban con muchísimos datos sobre geografía, historia, deporte, cine y muchos otros temas de interés. Este era el regalazo que cada año nos hacía mi abuela a mis hermanos a mí. Era lo máximo. Era tener una inmensa fuente de información al alcance de la mano.

Los muchachos de aquella época no sufríamos de bullying, el término era "nos la montaban", y no por eso fuimos una generación con ansiedad, aburrida, ni mucho menos con tendencias suicidas. Por el contrario, éramos muy felices, nos gustaba ir al colegio, para aprender, para hacer amigos, para gozarnos la vida. Algunos se destacaban en deportes, otros en las obras de teatro y otros en los viernes culturales, pero todos en general disfrutábamos de formar parte de esta comunidad.

Es que no había tiempo de aburrirse. Después de hacer las tareas en la tarde, ya casi empezando la noche, salíamos a la calle, armábamos el parche con los amigos de la cuadra y jugábamos pelota. Dos equipos. Cinco y cinco. Las canchas eran dos piedras alineadas y separadas un metro más o menos. Siempre los más duros para jugar escogían los equipos, uno a uno. Empezaba el juego. Por lo general me ponían de arquero, otras veces de defensa. No tenía la habilidad para ocupar la posición de delantero. Sin embargo, eso era lo de menos, lo importante era participar. En aquellos tiempos era prohibido jugar en la calle de noche. Y claro, muchas veces llegaba la policía en su famosa "jaula"; una camioneta cabinada con espacio atrás para llevar a sus detenidos. En fracción de segundos, asegurábamos la pelota para que no la decomisaran, lanzándola por encima de uno de los techos. Así quedábamos tranquilos, porque terminaba en algún rincón del patio de esa casa. ¡Ahora sí, sálvese quien pueda! Todos corríamos como locos desesperados a escondernos a nuestras casas. Algunos desafortunados, eran atrapados por los policías y terminaban en la permanente; un sitio de reclusión temporal, donde debían ir a reclamarlos sus padres, o algunas veces sus hermanos mayores. Eso sí que era vergonzoso. Después de la consabida cantaleta de quien lo fuera a buscar, durante algunos días no volvía a salir por pura pena con los amigos. Al cabo de este tiempo, el castigo y la pena pasaban, y de nuevo a jugar en la calle. Esta vez con más precaución, y una que otra estrategia surgía para no ser atrapado de nuevo.

Pero como es inevitable crecer, nos hicimos adolescentes, con toda la carga de inseguridades y de sueños encima, terminando de la mejor manera posible nuestro bachillerato. Algunos graduados con honores, la mayoría no tanto, pero al fin de cuentas, cada uno siguiendo su propio rumbo. Como marineros de la antigüedad con buen viento y buena mar, todos continuamos el viaje de nuestra vida. Algunos se trasladaron a otros terruños a otras culturas. La mayoría iniciando carreras universitarias o trabajando. Unos cuantos en nuestra ciudad y los demás en distintas ciudades de Colombia. Cada quien buscando su propia felicidad.

Las raspaduras o moretones en las rodillas u otra parte del cuerpo y una que otra ventana rota, se convirtieron en viejos recuerdos de una infancia muy feliz. El bullicio y la alegría que impregnaban la cuadra, en esas grandes batallas bajo la luz de los faroles y en noches de luna quedaron atrás. Fue como si de repente, el genio de la lámpara, quien le concedía todo lo que pidiese Aladino, y no solo tres según la versión de Disney, hubiese soplado sobre nuestras casas y calles, y en un santiamén todo hubiera quedado diferente, transformando incluso su historia. En la mente de quienes estuvimos ahí, aún permanecen estas maravillosas anécdotas adobadas de mucha emoción y nostalgia.

Comentarios

  1. Gracias Juan, que nostalgia y que sentimos encontrados con tu publicación. Muchas gracias.

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  2. Relato que retrocede la cinta del cassette de la vida de los que pertenecemos a esa generación. Felicidades Juancho

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  3. Ni mas ni menos asi fue pasando nuestra niñez y adolescencia recuerdos siempre de niños q dolo querian vivir en ese encanto de esa época

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  4. Que maravillosa historia excelente.feliciraciones que lenguaje tan colorido y narrado con textura agradable narracuaquellos tiempos bo volveran

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  5. Me encanta la forma como el autor logra que vengan a nuestra mente esos maravillosos días de infancia y adolescencia. Gracias!

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  6. Los recuerdos de nuestra infancia nunca se irán, muchos sentimientos encontrados.
    Muchas gracias por tan bella historia.

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  7. Excelente viejo Juan

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  8. Que maravilla es como devolverse por un túnel a nuestros recuerdos de adolescencia, atesorados con tanto cariño! Gracias Juan por estos escritos!

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